domingo, 22 de enero de 2012

La Celestina

Calisto entra en la huerta de Melibea y al verla se enamora de ella. Poco a poco empieza a hablarle, pero ella lo rechaza. Por esta razón, Calisto, muy entristecido, habla con un criado suyo llamado Sempronio, quien lo dirige a una vieja chismosa llamada Celestina, donde el mismo tiene una amada, Elicia. Hasta que llegan Sempronio y Celestina a casa de Calisto, el se pone a razonar con otro criado, Pármeno, un viejo conocido de Celestina que quiere provocarle a la concordia de Sempronio mediante la promesa de una aventura amorosa con Areúsa, una de sus pupilas.
Celestina parte la casa de Calisto hacia la suya y Calisto queda razonando con Sempronio sobre la utilidad de las cien monedas que le ha dado a Celestina como adelanto por sus servicios. Sempronio insiste en que ha hecho bien en honrar a Celestina de tal forma, pero Calisto, que todo lo parece tardanza, manda a Sempronio para apurar a la alcahueta. Quedan mientras Calisto y Pármeno juntos razonando.
Sempronio va a casa de Celestina, como ordenó su señor, y la regaña por su tardanza. Finalmente se dirige Celestina a casa de Melibea. Quedan mientras Sempronio y Elicia, su amada, en casa.
Celestina, caminando por el camino, habla consigo misma hasta llegar a la casa de Pleberio, padre de Melibea. Allí halla a Lucrecia, la criada. Alisa, la madre de Melibea, la hace entrar. Mientras llega un mensajero a convocar a Alisa y queda Celestina sola con Melibea, a quien descubre la causa de su venida.
De regreso de casa de Melibea, Celestina va hablando por la calle, hablando con ella misma. En su casa descubre a Sempronio que la está esperando. Los dos van hablando hasta la casa de Calisto y Pármeno, que los ve venir y pregunta a su amo si debe abrir la puerta, abre.
En casa de Calisto, le pregunta a Celestina sobre lo que le pasó con Melibea. Mientras, Pármeno le pone a cada momento un mote distinto a Celestina pese a que Sempronio le regaña seguido. En fin, la vieja Celestina le descubre todo lo que ha averiguado de Melibea y le enseña un cordón de la amada. A continuación se dirige a su casa con Pármeno.
Celestina habla con Pármeno en el intento de inducirle a concordia y amistad de Sempronio y Pármeno le contesta recordándole la promesa que le hizo acerca de Areúsa. Los dos van a casa de Areúsa donde Pármeno pasa la noche. Celestina vuelve a su casa, donde Elicia le increpa por su tardanza.
En la mañana y Pármeno despierta. Se despide de Areúsa y vuelve a casa de Calisto, su señor. En la puerta ve a Sempronio, con quien decide su amistad. Van juntos a la cámara de Calisto, que está hablando consigo mismo. Una vez que se levanta, se dirige a la iglesia.
Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina, hablando entre ellos. En casa de la alcahueta encuentran a Elicia y Areúsa. Se ponen a comer. Mientras llega Lucrecia, criada de Melibea, a llamar a Celestina, que vaya a estar con Melibea.
Mientras andan Lucrecia y Celestina por el camino, está hablando Melibea consigo misma. Llegan a la puerta y una vez dentro, Celestina entabla una conversación con Melibea. Esta, después de muchas razones, le descubre su gran amor hacia Calisto. Acuerdan una cita con Calisto. Celestina se va cuando ve llegar a Alisa, conocedora de la mala fama de Celestina entre la gente. Alisa pregunta a su hija por los negocios de Celestina y ésta defiende a Celestina.
Celestina va sola por la calle hablando consigo misma. Ve a Sempronio y a Pármeno que se dirigen hacia a iglesia a por su señor. Sempronio habla con Calisto. Van a su casa, donde Celestina le informa sobre el amor de Melibea y la cita acordada. Mientras, Pármeno y Sempronio hablan entre sí. Celestina se despide de Calisto, que le ha otorgado una cadena de oro como recompensa por sus servicios, y se dirige a su casa, donde Elicia le abre la puerta. Cenan y se van a dormir.
Calisto, Sempronio y Pármeno van llegada la media noche a casa de Melibea, que ya le aguarda. Los dos enamorados hablan entre puertas y se confiesan el amor mutuo. Finalmente Calisto se despide después de haber concertado otra cita con Melibea y vuelve con sus criados hacia su casa. Entretanto se han despertado los padres de Melibea y preguntan a su hija por las razones de los ruidos que se podían oír en su habitación. Melibea afirma que estaba sedienta. Al mismo tiempo tiene lugar una acción que es determinante para el resto del libro. Sempronio y Pármeno van a casa de Celestina a reclamar parte de la ganancia, pero Celestina se niega a compartir. Tienen una pelea y finalmente matan a Celestina. Da voces Elicia y viene la justicia y apresa a los dos.
Llega Sosia llorando por las muertes de Sempronio y Pármeno degollados en la plaza mayor. Sosia se lo cuenta a los demás criados, entre ellos a Tristán, que está delante de la puerta de su amo. Al final del acto le comunican la mala noticia a su amo que hace gran lamentación.
Está Melibea muy afligida por la tardanza de su amado Calisto pero al final llega éste con sus dos criados Sosia y Tristán. Después vuelven todos a su posada y Calisto se retrae en sus palacio quejándose por el poco tiempo que ha estado con Melibea.
Areúsa dice palabras injuriosas a un rufián llamado Centurio, el cual se despide de ella por la venida de Elicia. ésta le cuenta a Areúsa las muertes de Sempronio y Pármeno, al igual que la de Celestina y conciertan las dos vengar las muertes de los tres en los dos enamorados por mediación de Centurio. Finalmente Elicia se despide de Areúsa.
Pensando Pleberio y Alisa tener su hija el don de la virginidad conservado, lo cual, según ha parecido no es así, están razonando sobre el casamiento de Melibea. Esto lo oye Melibea, en quien despiertan pena las palabras de sus padres, y envía a Lucrecia para que sea causa de su silencio en aquel propósito.
Elicia determina dejar de pensar en la muerte de los tres seres queridos, como le aconseja Areúsa. Va a casa de ésta misma, adonde viene Sosia, al cual Areúsa saca todo el secreto que está entre Calisto y Melibea.
Elicia determina de hacer amistades entre Areúsa y Centurio por precepto de Areúsa y van a casa de Centurio pare rogarle la venganza de las muertes en Calisto y Melibea. Centurio lo promete delante de ellas, pese a intentar excusarse.
Calisto va con Sosia y Tristán al huerto de Melibea, que le está esperando. Mientras vienen Traso y otros a cumplir lo que había prometido Centurio a las dos pupilas de Celestina. Pero Sosia y Tristán consiguen ahuyentarles. No obstante, Calisto quiere salir en ayuda de sus criados y al descender por la escalera de casa de Melibea sufre un accidente mortal. Melibea, al oír esto, sufre una crisis emocional.
Lucrecia llama a la puerta de Pleberio para que vaya a ver a su hija. Melibea finge inicialmente tener dolor del corazón. Envía Melibea a su padre a por algunos instrumentos músicos al tiempo que ella sube a una torre con Lucrecia. Se despide de Lucrecia y cierra tras ella la puerta. Llega su padre al pie de la torre y Celestina le confiesa su aventura amorosa con Calisto. Al final, se deja caer torre abajo.
Pleberio vuelve a su cámara con gran llanto e informa a su mujer Alisa sobre lo ocurrido. Concluye el libro con un planto.


RESEÑA DEL AUTOR

Fernando de Rojas, (La Puebla de Montalbán, Toledo, 1470 - Talavera de la Reina, Toledo, 1541), dramaturgo español, autor de La Celestina, considerada una de las obras cumbre de la historia de la literatura española y la más importante sin duda en la transición entre la Edad Media y el Renacimiento.
Nació en La Puebla de Montalbán (Provincia de Toledo ), hacia 1470, en el seno de una familia de judíos conversos que reaparece en posteriores procesos inquisitoriales por mantener el judaísmo a escondidas de la Inquisición. De Rojas ayudó a miembros de su familia, los llamados Porcos o criptojudíos (Anusim en la literatura rabínica) afectados por las persecuciones de la Inquisición. Su familia habría sido perseguida y él mismo ha aparecido en documentos como acusado por la Inquisición, documentos que demuestran que fue el autor de La Celestina.
Estudió leyes en la Universidad de Salamanca, según él mismo afirma en La carta del autor a un amigo suyo, que precede el texto de su obra. Parece documentado que hacia 1496-97 habría obtenido su grado de Bachiller en Leyes.
Hoy día no se duda de que sea el autor de La Celestina, que habría escrito con pocos más años que su protagonista, Calisto, que cuenta con veintitrés. Fernando de Rojas rondaría los veinticinco. El autor reveló su nombre y lugar de nacimiento en un famoso acróstico al principio de la segunda edición del año 1500. No se le conoce ninguna otra obra ni es mencionado por ninguno de sus contemporáneos.
Se le sabe establecido en la localidad de Talavera de la Reina, población de la que algunos autores piensan que fue alcalde y casado allí. Su condición de converso influye en el argumento de su obra, que a decir de la mayoría de los críticos es obra de alguien de esta condición: se ha dicho que la ausencia de fe firme justificaría el pesimismo de La Celestina y la falta de esperanza patente en su dramático principio.
Murió en 1541 en Talavera de la Reina, entre el 3 y el 8 de abril. Sus restos fueron enterrados en el convento de la Madre de Dios de esa ciudad y en los años 80 fueron trasladados a la Colegiata de Santa María la Mayor de Talavera. Se conserva su testamento, fechado ese día 3, muy detallado, que ha sido el deleite de los críticos al poder estudiar su abundante biblioteca. Dejó los libros de derecho a su hijo, que también fue abogado, y los de literatura profana a su esposa. En el inventario de su biblioteca, y eso es lo extraño, solo figura un ejemplar deLa Celestina (cuando murió había al menos 32 ediciones de la obra) y ninguno de la Segunda comedia de La Celestina y de la Tercera parte de la tragicomedia de Celestina, publicadas en vida de Rojas.

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